De camino a Bukhara

20 de abril de 2015

Llegamos a Bukhara después de un camino de infarto. El taxista que nos lleva desde Khiva al aeropuerto (a unos 30 km) se está quedando sin "gasolina" y aunque vamos con el tiempo justo debemos parar a repostar. ¿Por qué pongo "gasolina" entre comillas? Porque la mayoría de los coches no utilizan gasolina como tal, si no gas, que llevan en unas bombonas en la parte de abajo o de arriba del coche, o como en nuestro caso en el maletero. Repostar gas no es tan sencillo como echar gasolina, primero tienen que vaciar el depósito y luego volver a llenarlo, y con todo el mundo fuera del coche, y protegidos por unas paredes de ladrillo.
No fue la única vez que nos tocó repostar en Uzbekistán, pero si la única vez que nos permitieron verlo, el resto de las veces tuvimos que permanecer fuera de la gasolinera en banquitos destinados a tal propósito.

Cuando llegamos al aeropuerto nos encontramos un montón de Uzbecos pasando el primer control, y aquí no son muy amigos de las filas, y si nos conocéis a Miguel y a mí ya os estáis pudiendo oler el desastre... Yo entro en modo pánico, lo que parece que se me nota en la cara y como soy la única mujer del montón el policía me mira y me hace un gesto para que pase. Primera fila, control de pasaportes, superada.
Llegamos a la siguiente (todavía no hemos entrado al aeropuerto, estamos en la puerta) y aquí pasan las maletas por rayos X. El chico de delante me vuelve a ver la cara de agobio y me pregunta ¿Tashkent? y yo le contesto, "nien, Bukhara" y empieza a chillar Bukhara, Bukhara, y el montón de gente se va abriendo y nos hacen un pasillo a Miguel y a mí, mientras yo sigo repitiendo Bukhara, Bukhara y haciendo tantas reverencias de agradecimiento como puedo.
Queda una hora para que salga el vuelo y empezamos a hacer la "fila / el que mejor empuje llega primero" para, por fin, facturar en el aeropuerto. Estamos algo más tranquilos porque nadie parece especialmente estresado y sabemos que si cierran facturación podemos llevar las mochilas con nosotros. Media hora después de estar entrenando para ser la defensa de algún equipo de rugby, nos dan las tarjetas de embarque y nos dirigimos a la última de nuestras colas, control de tarjetas, pasaporte y rayos X (todo por segunda vez).
Aquí conocemos a Emily, una chica alemana, que habla perfecto español y algo de ruso, con la que luego compartiremos el taxi en Bukhara.
Una vez pasado el control y con solo 15 minutos antes de que salga el avión, voy al baño del aeropuerto, e irónicamente es en el único sitio donde no tengo que hacer fila...

Llegamos a Bukhara y sólo la mitad del avión se baja. el resto parece que va a Tashkent, así que no entendemos porque toda esa gente nos ha dejado pasar en la fila, solo estamos agradecidos de que lo hayan hecho...


Recogemos las mochilas y Emily regatea en Ruso el taxi por nosotros, nos sale por 8.000 UZS (algo menos de dos euros) y sabemos que nosotros no podríamos haberlo hecho por menos de  5, así que tomamos buena nota, que nos vendrá bien más adelante.

Por fin llegamos a nuestro hotel, en mitad de la plaza Lyabi-Hauz en el corazón de Bukhara, donde conocemos a Fátima, la dueña, y en menos de cinco minutos hemos reservado una excursión al desierto para los días que teníamos sueltos, nos ha dado los precios para los cambios de moneda, un mapa de la ciudad...

Sin perder un momento, dejamos las mochilas y nos vamos a conocer Bukhara, pero eso ya, es otra historia....

No hay comentarios :

Publicar un comentario

Nos hace mucha ilusión leer tus comentarios, saber si te ha gustado lo que has leído o no, si te ha resultado útil...
Anímate a darnos tu opinión o preguntarnos tus dudas.
Prometemos contestar!!!!