Desde el emblemático puente de Don Luis, que atraviesa el Douro y comunica Oporto con Vila Nova de Gaia, es dónde se obtienen las mejores panorámicas de la Ribeira.
Cruzar el puente de Don Luis, tanto por su parte superior cómo por la inferior, es indispensable para entender la peculiaridad de estas dos ciudades con tanto desnivel, y cuyas laderas llenas de casitas desconchadas se han convertido en su mejor tarjeta de presentación.
Nosotros te recomendamos no coger el funicular y pasear por las callecitas de Gaia, llenas, no sólo de las típicas bodegas con los famosos vinos de Oporto, sino también de muchísimo arte urbano.
La creatividad de los portugueses en Gaia nos sorprendió gratamente, y pasamos un día muy placentero encontrando por sus callejuelas algunas de sus ingeniosas obras, realizadas con todo tipo de materiales.
También tiene mucho encanto la Avenida de Diogo Leite, junto al Duero, donde todavía hay numerosas embarcaciones tradicionales, llamadas rabelos, entre los barcos que realizan los cruceros por el río.
Y por supuesto, sentarte a comer en alguna de sus terrazas, o simplemente a tomar un café o un helado, mientras se disfruta de la atmósfera y de las vistas.
Gaia también merece una visita nocturna, y sus vistas desde el monasterio de Serra del Pilar, famoso por su iglesia de planta circular, son insuperables.
Y no sólo la panorámica del río, la del propio monasterio desde Oporto, es también espectacular.
De vuelta en Oporto, su Ribeira llena de cafés, bares y restaurantes, propias de un paseo marítimo con sus casitas desvencijadas rebosantes de colores y ropa tendida y sus visitantes llenándolo todo de vida.
Hasta los segways tienen el carácter "retro" de la ciudad.
Siguiendo por el Douro, o subiendo y bajando algunas colinas llenas de sus inconfundibles edificios altos y estrechos, y algún que otro mirador, se llega a otro de los imprescindibles de Oporto, los jardines del palacio de cristal.
Los jardines por sí solos merecen la pena, son todo un pulmón para la ciudad y un buen lugar para escapar del bullicio del tráfico. Diseñados por Emile David en 1860, sus jardines temáticos, fuentes y esculturas, son una perfecta manera de desconectar. El palacio fue destruido en un incendio en el siglo pasado, y en su lugar hay un pabellón multifuncional.
El lugar idñoneo para un tentempié al atardecer entre pavos reales "cléptomanos" y unas vistas de la desembocadura del Duero en el Óceano Atlántico únicas en Oporto.
Ese día nos quedamos con ganas de ver el Óceano y al día siguiente lo intentamos en la Marina de Gaia, pero a pesar de que en Oporto el día era muy soleado, en la desembocadura había mucha niebla, así que nos tuvimos que conformar con ver algunos barcos en el puerto y poco más.
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