Cuenta la leyenda que los conocidos popularmente como "el Picuezo y la Picueza" son dos enamorados convertidos en piedra, aunque son distintas las razones que cuentan los vecinos por
las que les cayó la maldición: unos que les pillaron robando uva al señor del castillo y lo negaron a pesar de la evidencia diciendo "que nos convirtamos en piedra si es cierto que hemos robado", y allí quedaron petrificados a los pies del castillo; otros, dicen que fue a causa de negarse a compartir una torta con una necesitada que en realidad era la Virgen, explicando así el origen de la "torta", otra roca aplanada y redondeada situada al lado.
¿Y si las piedras hablaran?¿Que nos dirían? Pues la procedencia de estos monolitos de 42 y 28 metros de altura, nada tiene que ver con ninguna maldición. Su origen se debe a la erosión al principio del Cuaternario que produjo el río Cidacos en las capas de conglomerados que se habían inclinado durante el Terciario y que dejaron aislado un sector a la altura de Autol.
Una vez aislado, ha sido erosionado por el viento y el agua de lluvia, que ha ido cambiando el porcentaje de humedad en la roca, produciendo una merma en los estratos más blandos en relación a los duros. Y hasta aquí, la pequeña explicación geológica que tenía que dar, obligatoriamente, por deformación profesional.
Además los picuezos se encuentran en un entorno muy agradable para dar un paseo. A su derecha un acantilado con rocódromo y coronado por las ruinas del castillo de la villa.
A la izquierda un paseo que te acerca a las orillas del río Cidacos, por el que se atraviesa un puente romano. Si cruzas el puente llegas a la ermita de la Virgen de la Cueva, una cueva excavada en la roca que vuelve a recordarme los monasterios escavados de la Capadocia turca. Actualmente es de propiedad privada y se utiliza como almacén de aperos, pero desde el puente se puede ver el fresco barroco que queda en la fachada.
Además de la Historia geológica y arqueológica, el paraje natural también es recomendable, sobre todo si hace un buen día y apetece meter los pies en el río.
Así que si pasas por la Rioja baja, te recomendamos parar en Autol y visitar los Picuezos.
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